Era una de
esas clases de baile acelerado donde ponían música latina y bailaban sin ritmo
al son de la canción que cada uno llevaba en su cabeza. Eran dos las que se aventuraron a conocer
aquel sitio, que les llamaba tanto la atención. Desde afuera, se oían los
gritos de emoción y determinación. Entonces decidieron entrar.
Las recibió
un ácido olor a sudor y una profesora con emoción desbordante. ‘’ ¡Vengan! Por
aquí está el salón,’’ decía mientras se amarraba el cabello de tal forma que
parecía se iba a sacudir mucho.
Siguieron a la morena por los pasillos, mientras sentían la energía del
lugar. Finalmente llegaron a su destino, y empezó la música. Era un ritmo nuevo
para ellas, pero tan pronto vieron como el resto de la clase bailaba tan
libremente, se unieron sin pensarlo dos
veces. Pasaban los minutos, cambiaba la canción, y caían las gotas de sudor al
piso.
Repentinamente,
y sin signo alguno de anuncio, los cuasi-bailarines empezaron a gritar. Gritaban
fuertemente las palabras claves de la canción que estaba en ese momento
sonando. No duró mucho en que una de las nuevas del grupo se uniera. Para el
final de la segunda canción gritada ya parecía que era una veterana en ese
círculo tan extraño de gente. Expiró el
tiempo de la clase, y tristes pero agotadas tuvieron que irse. Entonces la que
gritaba cuando el resto gritaba, le pregunta a la que no gritaba: ‘’ ¿Por qué
no gritabas cuando todos gritábamos? ¿No entendiste que ese era el punto del
baile? ‘’ decía con cara de verdadera confusión.
A eso le respondió
la que no gritaba, Lucía, pensativa
‘’Pues no se… ¿se suponía que debía hacerlo? Estaba distraída pensado en
otras cosas…’’. Y aquí fue donde empezó la apasionada conversación.
Zara, la
gritona, completamente perpleja le lanzó un pedazo información difícil de
dirigir.
‘’Exactamente
por eso hay veces que no te entiendo Lucía. Haces mil cosas en un día: que si
ir a correr, que si ir a la universidad, que si cocinar, que si estudiar con tu
hermanitos, que si cuidar de tu nuevo negocio. Pero, nunca te veo completamente
concentrada en lo que haces. Estás siempre pensando en la próxima actividad, en
como optimizar tu tiempo, en como cumplir con mayor efectividad. Y te doy el
crédito: ¡lo logras todo!’’ decía confusa de las palabras que salían de su boca.
Como si la Zara que estuviese hablando no fuera la Zara que Zara conoce. De la misma manera, Lucía escuchaba con
asombro, mientras jugaba con sus manos nerviosamente.
Entonces las palabras siguieron saliendo de su
boca, tal y como los gritos salían en la clase de baile, ‘’Logras siempre tus
objetivos, pero vives diciendo que tu vida es aburrida. Y siéndote sincera,
tienes una de las vidas más agitadas que conozco.’’
Lucía la
veía con una cara de confusión, tratando de hacer sentido de lo que su muy callada
amiga Zara decía mientras contradecía su personalidad de introvertida.
Segura de
no haber terminado de decir todo lo que tenía que decir, continuó: ‘’ ¿Cómo
puedes esperar que tu vida no sea aburrida si todas las cosas que haces, no las
disfrutas? ‘’ exclamaba, sin darse
cuenta que ya le habían dado vuelta a la barriada ya cuatro veces.
‘’¿ Y de
dónde sacas tu todas esas ideas, loca? ¿Acaso piensas que necesito que me digas
como vivir mi vida? ‘’, ya Lucía se estaba enfadando, sintiendo un leve reproche
de su muy querida pero en esta ocasión muy entrometida amiga Zara.
‘’No son
ningunas ideas loca. Escucha lo que te digo. Nuestras mentes están pasando por
un proceso evolutivo del que no nos estamos dando cuenta. Ahora con tanta
tecnología y entretenimiento nos estamos acostumbrando a cambiar de canal,
cambiar de canción, cambiar de página de Internet, o hasta cambiar de persona
con la que hablamos por celular con tan solo un click. Es tan fácil como eso. Y es natural pensar que así funciona
con el resto de las actividades, cuando no es de esa manera. La vida real
necesita mucha más atención que el mundo cibernético. Es lo que te está pasando
a ti, en carne y hueso. Al tratar de
aplicar lo que parece funcionar en el
mundo tecnológico, nos perdemos de las sutilezas del día a día. Y te digo
amiga, lo sabroso de la comida se siente cuando saboreas bien. No cuando
tragas.’’
Cuando Zara
terminó de explicarle a su amiga lo que ni ella sabía que significaba en esos
momentos, se encontró con que su querida amiga estaba viendo su celular
escribiendo un mensaje a su madre diciéndole que ya iba a estudiar con sus
hermanos.
‘’Bueno
Zara en verdad no tengo idea de que me acabas de decir. Un poco de cosas que no
tienen sentido. Avísame cuando te vuelva la cordura y quieras volver a hablar
de cosas normales. Me tengo que ir, me
esperan en la casa y luego tengo que ir a la universidad.’’ Y así se fue, caminando rápido por las calles
conocidas, que de conocidas no tenían nada.
Entonces
pasó el tiempo, y Zara continuó yendo a las clases de baile, gritando cuando
debía gritar.
Un día
Lucía paso por aquel lugar que le había llamado la atención una vez y decidió
volver a entrar. Esta vez noto algo diferente en la pared. Decía: ‘’Academia de
Vida a Través De La Danza’’, ese era el nombre de aquella academia tan extraña.
Caminó por los pasillos que ya conocía pero con ojos que esta vez veían más.
Los colores vívidos de las paredes, las
personas energéticamente deslumbrantes y los gritos que por primera vez quiso
entender.
Casi que
como una epifanía de esas que tienen los filósofos, Lucía lo entendió.
Entró,
bailó y gritó.
Finalmente, pensó Zara viéndola desde una esquina, Lucía entendió como gritar cuando eso te pide la danza.
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