Con la primera persona que hablé me relacioné bastante, ya que viene de
Cuba. Como dice Celia Cruz, ‘somos hermanos, tenemos pasaporte latinoamericano’.
A un día de conocernos, yo de metiche y curiosa, le pregunto sobre la situación
de Cuba. A todo esto, esperándome un ‘’ No me provoca hablar de eso, lo siento’’
me encontré con un ‘’Ay niña te voy a contar todo’’.
Y así fue, me contó
de todo. Primero me contó cosas que ya más o menos sabía. Me dijo que todos los
medios son estatales, nada privado. Solo tienen 4 canales de televisión, el
Internet es censurado, y solo se puede tener en un Internet Café. Tienen dos
monedas, el Peso Cubano Convertible y el peso cubano. El salario es pagado en pesos cubanos, pero
el intercambio comercial (con lo que se compra en tiendas y paga en restaurantes)
es el Peso Convertible.
Aquí viene la traba: la tasa de cambio es de
25 pesos cubanos por un solo Peso Convertible. Todo esto, mientras un salario
promedio es de $456 pesos cubanos. A todo esto yo saco mi calculadora y empiezo
a calcular. Me fue inevitable decir ‘’ ¡Pero así no se puede vivir! No alcanza
para nada’’. Me retracté de una vez,
pensando que había sido maleducada, pero me paró en seco. Me dijo, ‘’Oye, pero
no te preocupes. Sabes, en Cuba no hay dinero pero en Cuba siempre se come. Y
se come bien.’’ No pude ocultar mi
asombro, ya que los números en mi cabeza no me daban ni para que una sola
persona pudiera comer.
Aquí fue donde me contó sobre las maravillosas personas que vivían a su
alrededor. Si un día a un vecino no le alcanzaba para comer con lo que le daba
el Estado, y ya no tenía dinero, todos los vecinos se juntaban para ‘’llenarle
el plato’’. Aquí me empezó a hablar de cómo
en Cuba, a raíz de su situación social y política, la gente era mucho más
solidaria que acá en Europa. Me contó que las familias eran más unidas, porque
era necesario y que se pedía más de la gente.
Dada la situación, no hay tiempo de estar como el ‘’moco’’, como
diríamos los panameños. Me cuenta que logró su potencial máximo en la
universidad, y que desde niños se les enseña que tienen que dar lo mejor de si
mismos para poder salir adelante. Esto resulta en los tan astutos e ingeniosos cubanos
que vemos por nuestras calles. También me contaba, que los fines de semana era
una rumba llena de baile, de merengue y salsa asegurada donde las risas y
coqueteos sobraban.
A diferencia de lo que vemos y oímos siempre,
esta vez escuché un lado de la historia diferente. No estoy diciendo que en
Cuba no haya opresión, tristeza y pobreza. Solo estoy escribiendo el nuevo lado
que descubrí: Que también hay mucha felicidad, apoyo al prójimo, familia, y ganas
de superación.
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